martes, 6 de marzo de 2012

RETRATO DE SIMÓN BOLÌVAR.






SEGÚN EL HISTORIADOR PATRIOTA O’ LEARY -

Bolívar tenía la frente alta y surcada de arrugas. Pobladas las cejas. Los Ojos negros Vivos y penetrantes. La nariz larga y perfecta. Los dientes blancos, uniformes y bellísimos; los cuidaba con esmero. El pelo negro, fino y crespo ; lo llevaba largo en, los años de 1818 a 1821, en que empezó a encanecer y entonces lo usó corto. Las patillas y bigotes rubios ; se los afeitó por la primera vez en 1825. Su estatura era de cinco pies y seis pulgadas. Tenía el pecho angosto, el cuerpo delgado y las piernas sobre todo. La piel era morena y algo áspera. Las manos -y los pies pequeños. Su aspecto cuando estaba de buen humor era apacible, pero terrible cuando estaba irritado.

Bolívar tenía siempre buen apetito, pero sabía sufrir hombre como nadie. Era. muy sobrio; sus vinos favoritos eran Graves y Champaña; ni en la época en que más vino tomaba, le vi beber más de cuatro copas de aquél o dos de éste.

Hacía mucho ejercicio. No he conocido a nadie que soportase como él las fatigas. Después de una jornada que bastaría para rendir al hombre más robusto, le he visto trabajar cinco o seis horas o bailar otras tantas, con aquella pasión que tenía por el baile.

Dormía cinco o seis horas de las veinticuatro, en hamaca, en catre, sobre un cuero o envuelto en su capa en el suelo y a campo raso, como si estuviera blanda pluma. Su sueño era tan ligero y su despertar tan pronto, que no a otra cosa debió Ia salvación de la vida, en el Rincón de los Toros. En el alcance de la vista y en lo fino del oído no le aventajaban ni los llaneros. Era diestro en el manejo de las armas y diestrísimo y atrevido jinete. Muy esmerado en su vestido y en extremo aseado, se bañaba todos los días, y en las tierras calientes hasta tres veces al día. Detestaba a los borrachos y a los jugadores, pero más que a estos a los .chismosos y embusteros La amistad era para él palabra sagrada.

Su generosidad rayaba en lo pródigo. No solo daba cuanto tenía suyo, sino que se adeudaba para servir a los demás. Pródigo con lo propio, era casi mezquino con los caudales públicos. Pudo alguna vez dar oídos a la lisonja, pero le indignaba la adulación.

Hablaba mucho y bien; poseía el raro don de la conversación y gustaba referir anécdotas de su vida pasada. Su estilo, florido y correcto; sus discursos y sus escritos están llenos de imágenes atrevidas y originales. Sus proclamas son modelos de elocuencia militar. En sus despachos lucen, a la par de la galanura del estilo, la claridad y la precisión. En las órdenes que comunicaba a sus tenientes no olvidaba ni los detalles más triviales; todo lo calculaba, todo lo preveía.

«Tenía el don de la persuasión y sabía inspirar confianza a los demás. Genio creador por excelencia, sacaba recursos de la nada. Grande siempre, era en mayor grado en la adversidad. “Bolívar derrotado era más temible que vencedor”, decían sus Enemigos.

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