Hubo una vez un niño que no quería compartir ni siquiera a su pelota de beisbol.
No se inscribió en ningún equipo de futbol.
Se bañaba cuando todos se marchaban de la piscina.
Su mamá tenía que llevarlo diariamente al Colegio porque el niño no quería compartir el autobús colectivo.
Exigió en su casa una habitación privada para él solo.
Se formó sin el calor que despide la participación.
Vivió tan encerrado en la cueva de su egoísmo que cuando murió se transformó en piedra
.
Murió:
. Sin haber ayudado a nadie.
. Sin haber colaborado en alguna obra social.
. Sin haber recibido un apretón de manos en señal de agradecimiento
.
. Sin haber saboreado la satisfacción que proporciona ser parte de un equipo, de un proyecto, de una familia, de una ilusión de servicio.
¡No seas tú como ese niño de quien ni siquiera
Sabemos su nombre!
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