sábado, 3 de noviembre de 2012

3 de noviembre, muerte de San Martín de Porres. Primer santo americano de color.






Hablar de la vida de Fray Martín es hablar del evangelio, ya no en el abstracto sino puesto en práctica, es descubrir el mandamiento del amor a Dios y al prójimo encarnado en una forma extraordinaria.
El pequeño Martín nació el 9 de diciembre en Lima en 1579, hijo natural de noble español  Juan de Porres y negra africana negra libre panameña Ana Velásquez. Coincidentemente fue bautizado en la iglesia de San Sebastián, en la misma pila y por el mismo párroco que había bautizado a Santa Rosa
.
Este hombre, vergüenza de su padre y privado del amor materno desde una edad muy tierna, supo responder al amor divino y poner en práctica plenamente la Palabra de Dios. A los 15 años fue admitido en el convento de los padres dominicos como “donado” es decir como personal de servicio, desempeñando las tareas más humildes. Su condición de hijo ilegítimo le excluyó de la posibilidad de ser "fraile de misa", o sacerdote, y el hecho de ser mulato - hijo de español y negra - determinó que ni siquiera podía ser hermano cooperador.

Martín fue un ejemplo encarnado de aquella bienaventuranza anunciada por Cristo para todos los últimos de esta tierra, que aprenden a poner su confianza en Dios: Bienaventurados los pobres del espíritu, porque de ellos es el Reino del Señor.

Con sus conocimientos de enfermería y hierbas medicinales curaba a sus enfermos. Con la ayuda de gente adinerada, Martín formó el asilo de Santa Cruz para albergar a los huérfanos pobres enfermos y limosneros. Toda la ciudad le conocía por sus obras de caridad.

“Hermano Martín hermano! ¡Hermano Martín! decía la gente cuando andaba por las calles. Defendía a los esclavos que lo tenían como a un padre. Sin perder su acostumbrada calma, insistía que los frailes respetaran a los pocos derechos de esos maltratados.

Sus obras de caridad se multiplicaron y los frailes se quejaban de que Martín quería hacer del convento un hospital, porque a los enfermos que no eran recibidos en el nosocomio, los llevaba a su cuarto.

Al recordar al santo peruano, venerado en el mundo entero, a la luz de las bienaventuranzas, no podemos olvidar las palabras de Su Santidad, Juan XXIII, pronunciadas en la ceremonia de la canonización: «Martín nos demuestra con el ejemplo de su vida, que podemos llegar a la salvación y a la santidad por el camino que nos enseño Cristo Jesús ... Ojalá que el ejemplo de Martín enseñe a muchos la dulzura y felicidad que se encuentra en el seguimiento de Jesucristo y en la sumisión a sus divinos mandatos.»

San Martín de Porres murió el 3 de noviembre de 1639 a los 60 años de edad. El papa Juan XXIII lo canonizó el 6 de mayo de 1962, proclamándolo Patrono de la Justicia Social en el Perú. San Martín de Porres es el primer santo americano de color.

Honramos a Martín de Porres Velásquez,  triplemente marginado por el mundo pero singularmente bendito por Dios. No nació santo pero terminó siéndolo. El amor al pobre fue el instrumento que utilizaba para llegar a su meta - a la unión con Dios. Como Jesús, pasó por el mundo haciendo el bien. Su entrega a los necesitados y marginados es una prueba viviente de la presencia del Dios de amor presente en nuestra historia. Nos sentimos seguros que este santo peruano no olvida en sus plegarias, ante el trono del Señor, el sufrimiento de su pueblo. Y, ojalá, que al pedir nuestro milagro de Martincito, nosotros tampoco olvidemos a los que sufren.

Para ser santo, es preciso ser humano; para ser humano, es indispensable ser sensible y tierno. Y, precisamente, en su ternura hacia todos los pobres y su sensibilidad frente al sufrimiento de los más débiles, se radica la innegable atractividad de la santidad de Martín de Porres.

Escrito por Lino Dolan, O.P. “Homilía San Martín de Porres”

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