La Parranda de San Pedro es una festividad popular religiosa que se celebra en las poblaciones de Guarenas y Guatire, en los municipios Zamora y Ambrosio Plaza, respectivamente, del estado Miranda. La actividad fue proclamada como Patrimonio Inmaterial de la Humanidad por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación la Ciencia y la Cultura, Unesco, en el año 2013.
Una historia de fe
Señalan los estudios y la historia que han pasado de generación en generación, que la Parranda de San Pedro se inició en la época colonial, en una hacienda de esclavos ubicada entre los pueblos de Guarenas y Guatire en un lugar llamado “Cantón de Guarenas” que representaba una unidad político territorial, que incluía ambas poblaciones.
En la hacienda ubicada en el Valle de Pacairigua, vivía una esclava de nombre María Ignacia, junto a su esposo Domitilo, sus dos hijos varones de siete y ocho años de edad, además de una bebé de siete meses, Rosa Ignacia. Un día la niña comenzó a tener fiebre o como señalaban los esclavos, “una calentura muy alta” enfermedad que ni los médicos, yerbateros y tampoco los curiosos pudieron curar.
María Ignacia, en medio de su preocupación y angustia por la salud de su hija, le encendió una vela a San Pedro y postrada ante la imagen, rezó toda la noche realizando una promesa “Ay San Pedro, cúrame a mi niña. Si mi niña se cura, te prometo que todos los 29 de junio, en tu honor haré lo que mejor sé, bailar”.
San Pedro le concedió el milagro a la negra esclava, la pequeña Rosa Ignacia recuperó su salud. María Ignacia le contó a su esposo, Domitilo sobre el milagro y de su promesa. La noticia se regó por todo el Valle de Pacairigua y los otros esclavos dijeron “María Ignacia no bailará ni cantará sola para cumplir su promesa, nosotros la acompañamos”
Y así fue como ella junto a su esposo y sus dos hijos, con la niña en brazos y acompañada de los otros esclavos, comenzó un 29 de junio, la parranda en honor a San Pedro. Después de algunos años, María Ignacia enfermó de gravedad y murió.
Su esposo Domitilo, para que no se rompiera la promesa decidió vestirse con las ropas de su mujer y cada 29 de junio continúo el baile en honor a San Pedro junto a sus hijos. Al fallecer estos personajes, los demás esclavos continuaron la parranda, cuya tradición se fue pasando de generación en generación y se mantiene hasta nuestros días con la devoción y fe cristiana de los habitantes de Guarenas y Guatire.
Tradición arraigada en el corazón
Raúl González, forma parte de la directiva del Centro de Educación Artística “Andrés Eloy Blanco” que se ubica en el sector El Calvario, del pueblo de Guatire, lugar sede de la Parranda de San Pedro y donde reposa la imagen del santo bullangero, que tiene más de 100 años.
Allí se dictan los talleres sobre el baile popular y se guarda todo el vestuario e instrumentos musicales utilizados en las parrandas, que no solo se han realizado en esta comunidad, sino que ha recorrido distintas regiones de Venezuela y varios países del mundo.
En el salón principal de centro se encuentran dos paredes, en la más grande cuelgan retratos de los integrantes de la Parranda de San Pedro que ya fallecieron y a quienes se le rinden honores por las labores que realizaron, para mantener la tradición a través del tiempo.
“En este espacio le rendimos respeto a nuestros ancestros, a los “San Pedreños” que mantuvieron la devoción al santo, que defendieron y protegieron el legado religioso cultural del baile.
Allí está por ejemplo, Justo “Pico” Tovar, un parrandero que cantaba como si tuviera un pico de plata, lo acompaña Pedro Flores, quien trajo a las festividades el uso de la bandera, para guiar los pasos de los bailadores y también recordamos la memoria de Antonio Blanco “Candadito”, que tenía a su cargo la seguridad de la sede del centro y todo los artículos importantes los mantenía guardados bajo llave y con candado”, señaló González.
En la pared de honor también se encuentra el retrato de Manuel Ángel Rojas, mejor conocido como “Rojita”. Recordado por ser el primer hombre blanco que se pintó de negro para bailar ante San Pedro. A su lado, la foto de Francisco Caraballo, profesor de educación física, que bailaba sin cansarse. También los acompaña Juan Berroterán, que dicen era un hombre negro, alto, fornido y que entregó su alma al baile, diciendo “Yo soy la parranda”.
Guillermo Silva, Pedro “Pepe” Muñoz, Pedro Pérez, Celestino Alzur, Néstor Arnal, son otros de los rostros de los parranderos fallecidos, que se pueden observar en la pared de honor.
“Igualmente tenemos una pared para rendir tributo en vida, a parranderos que diariamente defienden este legado religioso cultural, entre ellos se encuentran Francisco Aponte, Jesús Maria Sánchez, Cecilio Utrera, Samuel D’ León, Miguel Berroterán, José Alfonso y Pedro Martínez. Allí faltan aún más personas que han cumplido con la misma promesa, que hace tantas años atrás realizó aquella negra esclava a San Pedro”, señaló González.
Yo soy María Ignacia
Este año 2018, Raúl González cumple 12 años de haber heredado el honor y la responsabilidad de vestirse de María Ignacia, con su llamativo vestido de flores, su sombrero de paja, del cual salen dos largas trenzas. Completa el atuendo dos grandes aretes que adornan los lóbulos de las orejas, así como estrafalarios collares y pulseras. Se presenta al baile, con su cara bien maquillada, como le gustaba estar a la esclava que comenzó la parranda. En sus manos, carga una muñeca de trapo, que baila y arrulla al ritmo de las contagiosas coplas y cantos.
“Llevar esos trapos de María Ignacia es toda una responsabilidad, yo soy María Ignacia, soy el personaje más importante de la parranda, después de San Pedro. Para mí ha sido un honor representar, ya por espacio de 12 años este personaje que encarna la fe cristiana de todo un pueblo”.
Para poder tener el honor de vestir los trapos de María Ignacia, el caballero elegido, tiene que ser reconocido como un ciudadano ejemplar, de buenas costumbres y con valores, ejemplo para todos los ciudadanos y por supuesto pertenecer a la Parranda de San Pedro, conocer la historia y transmitirla.
Así comienza la parranda
Cada 29 de junio, en Guatire, los parranderos de San Pedro se reúnen en las instalaciones del Centro de Educación Artística “Andrés Eloy Blanco”, reparten abrazos y buenos deseos en el inicio del día.
Luego comparten un desayuno criollo en el que no falta la arepa, las caraotas, el queso blanco rallado y el famoso plato de Tere tere.
Luego proceden a vestirse y salen rumbo a la misa que se celebra en la Parroquia Santa Cruz de Pacairigua, donde un día antes reposa la imagen del santo. Terminada la eucaristía, solicitan permiso al sacerdote, piden la imagen que llevan hasta la plaza principal donde se encuentra la estatua de El Libertador, Simón Bolívar. Rinden honores, para luego trasladarse ante la primera autoridad del pueblo y piden permiso para iniciar el recorrido de la parranda.
Ya es costumbre que la imagen de San Juan y San Pedro se consigan en el camino y tengan una conversación.
Pregunta San Juan a San Pedro: “Para dónde vas con toda esa parranda”
Contesta San Pedro “a celebrar mi cumpleaños”
“Tu cumpleaños -responde San Juan- y sabes cuándo es el mío”
-“Ay San Juan, tu cumpleaños fue hace cuatro días, pero tú no te acordaste”, responde San Pedro.
Y entonces San Juan rompe a llorar y de allí la creencia popular que cada 29 de junio, siempre llueve en Guatire.
Las calles de Guatire se visten de fiesta y reciben a cientos de turistas que vienen a conocer la tradición y muchos a pagar las promesas, especialmente por la salud de los niños.
Fuente; Gobernación del estado Miranda
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