viernes, 29 de junio de 2012

29 junio duelo por la muerte del Dr. José Gregorio Hernández


 José Gregorio Hernández es tal vez el venezolano más querido del siglo XX. Este venerable que en palabras de la arquidiocesis de Caracas, “Se distinguió por su fe inquebrantable, su castidad perfecta, su humildad y sencillez profunda, su excelencia profesional, su tierna devoción a la Virgen, y su gran amor a Dios y al prójimo.”, no sólo destaca por su extensa labor social como médico y su sentido de la caridad, sino también por su gran labor como médico y cientí­fico.

Este trujillano de Isnotú nacido en 1864 estudió medicina en la Universidad Central en Caracas, y realizó estudios de post-grado en la Facultad de Medicinala de la Universidad de Parí­s en Microscopia, Histologí­a Normal, Patologí­a y Fisiologí­a Experimental.

A su vuelta a Venezuela no sólo acomete una excelente carrera como médico, sino que además se establece como profesor de las cátedras de Histologí­a Normal y Patologí­a, Bacteriologí­a yFisiologí­a Experimental e instala el Laboratorio de Fisiologí­a Experimental de Caracas en la UCV.

Cabe destacar que su cátedra de Bacteriologí­a fue la primera de latinoamérica.

Fue además fundador de la Academia Nacional de la Medicina. Su capacidad como clí­nico de someterse al rigor del método anatomoclí­nico de la escuela francesa y su capacidad de manejar los recursos derivados de las técnicas complementarias de diagnóstico (los datos de la histologí­a patológica, de la bacteriologí­a, de la parasitologí­a y de la fisiologí­a) para lograr una cabal interpretación de los procesos patológicos presentes en el paciente y para crear hipótesis novedosas lo destacan como investigador del más alto grado.

Entre sus alumnos destacan Jesús Rafael Risques, quien fue su sucesor en la cátedra de Bacteriologí­a y Parasitologí­a, y Rafael Rangel, el fundador de la parasitologí­a venezolana.

Detalles de su Muerte.-

El 29 de Junio, como todos los días, José Gregorio se levantó a las cinco, tomó su primer baño del día, rezó el Angelus, y después se dirigió a la iglesia de la Divina Pastora a escuchar la misa y a comulgar. Como era domingo, no tenía que ir a la universidad, por lo que se fué a visitar algunos de sus enfermos en esa parroquia. Regreso luego a su casa (en el número 3 de San Andrés a Desbarrancado), donde su hermana Isolina le sirvió el desayuno: pan, mantequilla, queso y agua de panela. Después de organizar su consultorio, salió a visitar las casas de sus pacientes, cosa que acostumbraba hacer en las mañanas que no tenía clases, entre las ocho y las once y cuarenta y cinco. Para este recorrido José Gregorio iba generalmente a pie.
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Poco antes del mediodía llego a su casa, donde tomó su segundo baño del día como era costumbre. A las doce del día rezó el Angeluz y se sentó a almorzar. Este último almuerzo consistió en sopa, legumbres, arroz y carne acompañados de un refresco de guanábana que le enviara su cuñada, Dolores de Jesús Briceño Gonzales, la esposa de César Benigno.

Para reposar el almuerzo se sentó en la mecedora que tenia para atender a los pobres que venian a verlo durante dos horas todos los días. Estaba esta mecedora junto a una imagen de San José.
Pasada la una y media de la tarde llego alguien a avisarle de que una señora anciana se encontraba muy grave, José Gregorio tomó su sombrero y partió enseguida a visitarla. Esta anciana vivía entre Amadores y carbones.

Cuando salió de consultar a la anciana enferma, José Gregorio, considerando que esta era muy pobre decidió el mismo irle a comprar las medicinas que le había recetado y para ello se llegó hasta la farmacia que se encontraba en la esquina de Amadores
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En la esquina de Amadores y Urapal se encontraba estacionado un tranvía y en el momento en que salía José Gregorio de la farmacia con las medicinas otro tranvía subía desde Guanábanos hacia Amadores. José Gregorio fué a cruzar la calle por delante del tranvía que se encontraba detenido, sin percatarse de que un automóvil se aceraba en esa dioreccion, sorprendido por la aparición inesperada del transeunte el chofer no pudo detener a tiempo el vehículo que conducía a 30 Km por hora y José Gregorio recibió el fuerte inpacto que lo lanzó por el aire contra un poste telefónico; golpeandose en su caída con el filo de la acera. Este golpe de acuerdo con el informe forense es lo que ocasiona la muerte del ilustre médico y siervo de Dios pocos minutos más tarde, pués le fracturó la base del cráneo y le provocó una hemorragia interna.

La señorita Angela Páez se encontraba en ese momento asomada al a ventana de su casa el número 29 entre Guanábano y Amadores y pudo ver el accidente. De acuerdo a su testimonio cuando José Gregorio  vió que se le avalanzaba el automóvil, exclamo: "Virgen Santisima".

Por extraña coincidencia el que conducía el automóvil Fernando Bustamante Morales, iba a ser compadre de José Gregorio y este había curado en una ocación a su madre y salvado de la peste a una de sus hermanas
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En el mismo auto que lo atropellara llevaron a José Gregorio a toda carrera hasta el Hospital Vargas. Cuando llegaba el coche con la victima ya en estado de coma salía en ese momento del hospital el Presbítero Tomás García Pompa, Capellán de esa institución quién al enterarse del caso regresó justo a tiempo para imponer los Santos Oleos al moribundo.

También en el mismo auto del accidente fueron a buscar al doctor Luis Razzetti, quien habría de firmar el acta de defunción:" además de la fractura de la base del cráneo certificada, tenía una ligera herida en la sien derecha, y un morado en la misma sien, señales del golpe contra el poste de hierro; por la nariz y la boca le brotaba sangre; más arriba de las rodillas tenía una franja morada en ambas piernas".

Las hermanas de San José de Tárbes  fueron las encargadas de la piadosa labor de amortajar a José  Gregorio. Una vez examinado y amortajado el cuerpo fue trasladado a la casa de sus hermanos José Benigno, Avelina  y  Hercilia  Hernández, en el número 57 en la avenida Norte, entre Tienda Honda y Puente de la Trinidad. La elección de esta casa para exponer el cuerpo se hizo tomando en cuenta el que era más grande que la de José Gregorio y como se esperaba una gran afluencia de dolientes en esta casa sería más fácil acomodarlos.

Sin embargo la reacción popular fue muy superior a lo que se esperaba. La noticia de su muerte fue trasmitida por toda Caracas en cuestión de minutos y el número de personas que se presentó a ofrecer sus últimos respetos al doctor Hernández  fué  tan  grande que las autoridades tuvieron que  intervenir  para organizar el desfile incesante de dolientes.

Durante toda la noche estuvieron desfilando pacientes y amistades por la capilla improvisada en la casa de la avenida Norte para ver por última vez al médico y al amigo que tanto bien les había hecho en éste mundo. A las siete de la mañana del día siguiente, realizó el oficio de difuntos de cuerpo presente el entonces Arzobispo de Caracas Primado de Venezuela Monseñor Felipe Rincón Gonzales. A la luctuosa ceremonia concurrieron sus familiares y un gran número de representantes de organizaciones religiosas.

A las 10 de la mañana del 30 de Junio se inició el traslado del féretro hacia el Paraninfo Universitario. Este habría de hacerse en los hombros de los estudiantes   y  de sus discipulos. Dos largas hileras de colegas y estudiantes precedian el cortejo fúnebre. Cada uno de estos portaba una corona floral.
Una véz depositada la funebre carga se estableció una guardia de honor en torno al ataud
 integrada por cuatro alumnos los cuales eran reemplazados cada media hora. Las ofrendas florales que segun algunos sumaban más de mil coronas, fueron colocadas en el salón central del Paraninfo y en otros salones.

Si grandioso había sido el desfile hacia el Paraninfo Universitario, indescriptible resultaría el desbordante cortejo hacia la Catedral. Toda Caracas se desbordaba en un verdadero mar humano para ver pasar por última véz  al que tantas veces recorriera sus calles para llevar salud, consuelo y ayuda.

Desde cualquier punto de vista del que se le mire, bien sea como  creyente, médico o ser  humano, este hombre bondadoso y humilde, es un ejemplo a seguir por cualquier persona.

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