lunes, 5 de agosto de 2013

“Santo Domingo el predicador de la buena noticia”



IMAGEN DE SANTO DOMINGO. IGLESIA DE MAMPORAL. MUNICIPIO BUROZ. ESTADO MIRANDA. VENEZUELA
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.Domingo hijo de  Félix de Guzmán, era noble acompañante del Rey. Su madre era la Beata Juana de Aza de quien Domingo recibió su educación primera.

Es educado por su tío sacerdote. Luego estudia en la universidad de Palencia preparándose para el magisterio y doctorado. Estudia la teología. Muy bien informado para su tiempo estudia “la ciencia de la religión”.

Hombre contemplativo y de oración, es profundamente caritativo. A los 25años llega a ser profesor de Sagrada Escritura. En esta época una terrible hambruna azota el país, la cosecha de los campos se había perdido. Lleno de compasión y movido por la misericordia vendió sus libros y todo cuánto poseía para dar el importe a los indigentes y exclamaba:
“No quiero estudiar en pieles muertas, mientras hay hombres que mueren de hambre”.

Domingo se prepara para una gran misión por su amor a Dios con la oración y su pasión por el estudio. El al ver el estado en que se encontraba el pueblo y la confusión que producían las herejías, se lanza a crear una ORDEN DE PREDICADORES, que a ejemplo de los apóstoles no llevaran nada, sólo la fuerza y el espíritu de Jesús.

Funda la familia religiosa: primero las monjas contemplativas que sean un soporte con la oración para la misión de los frailes.

El 12 de abril de 1216 reúne a diez y seis discípulos, piedras fundamentales de la Orden: siete españoles, ocho franceses, un inglés.

Domingo es un hombre evangélico: “Hablaba de Dios y sólo de Dios”. De día nadie más cercano y sensible a la humanidad y de noche tan cercano a Dios.

Los temas de su predicación eran las Cartas de San Pablo. Domingo era el infatigable misionero y caminante. No se cansaba de predicar a Jesucristo vivo y resucitado, encarnado en la historia. Contemplaba desde la cruz a los crucificados de hoy. Pero al mismo tiempo les daba aliento de vida con la Palabra de Dios viva y eficaz, que recobra vida dándonos una nueva visión de leer la realidad cotidiana, de juzgarla a la luz de esta Palabra y de actuar. Recogía la temática de Pablo a los tesalonicenses:
“Exhortad a los ricos de este mundo a que no sean orgullosos ni pongan su confianza en las riquezas caducas”. Sed caritativos.

El Papa Honorio III aprueba la Orden de Predicadores el 23 de diciembre de 1216.

Domingo, muere el 6 de agosto de 1221. Y nos deja este testamento:

“He aquí hermanos e hijos míos, el patrimonio que os dejo: tened caridad, guardad la humildad, conservad la pobreza voluntaria”.

Fue canonizado por Gregorio IX en 1234. El Papa dijo: "De la santidad de este hombre estoy tan seguro, como de la santidad de San Pedro y San Pablo".

Sto. Domingo le decía a su hermanos:

Primero contemplar, y después enseñar.
Predicar siempre y en todas partes.
Todos los días pedía a Nuestro Señor la gracia de crecer en el amor hacia Dios y en la caridad hacia los demás y tener un gran deseo de salvar almas. Esto mismo recomendaba a sus discípulos que pidieran a Dios constantemente.

Hacía estrictas penitencias:

Temporadas de 40 días de ayuno a pan y agua.
Siempre dormía sobre duras tablas.
Caminaba descalzo por caminos irisados de piedras y por senderos cubiertos de nieve.
Soportaba los más terribles insultos sin responder ni una sola palabra.
Predicaba a pesar de estar enfermo.

Nunca mostraba desánimo. Era el hombre de gran alegría y del buen humor.

Sus compañeros decían: "De día nadie más comunicativo y alegre. De noche, nadie más dedicado a la oración y a la meditación". Pasaba noches enteras en oración.

Sus libros favoritos eran el Evangelio de San Mateo y las Cartas de San Pablo. Siempre los llevaba consigo para leerlos día por día y prácticamente se los sabía de memoria. A sus discípulos les recomendaba que no pasaran ningún día sin leer alguna página de la Biblia.


Santo Domingo contaba que veía a la Virgen sosteniendo en su mano un rosario y que le enseñó a recitarlo; dijo que lo predicara por todo el mundo, prometiéndole que muchos pecadores se convertirían y obtendrían abundantes gracias. El Santo se levantó muy consolado y abrazado de celo por el bien de estos pueblos, entró en la Catedral y en ese momento sonaron las campanas (por intervención de los ángeles) para reunir a los habitantes.

Al principio de la predicación se levantó una espantosa tormenta, la tierra tembló, el sol se nubló y los repetidos truenos y relámpagos hicieron estremecer y palidecer a los oyentes.

La tormenta cesó al fin por las oraciones de Santo Domingo. Continúo su discurso y explicó con tanto fervor y entusiasmo la excelencia del Santo Rosario, que los moradores le abrazaron casi todos, renunciando a sus errores, viéndose en poco tiempo, un gran cambio en la vida y costumbres de la ciudad.


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