martes, 31 de marzo de 2015

5 enseñanzas de Santa Teresa de Jesús para nuestros días!!!!!!!!!







1 Paciencia: “La paciencia todo lo alcanza.”



Parafraseando al Papa Benedicto XVI: “En nuestros días, la paciencia no es una virtud popular.” Y es que en la era de los megabytes por segundo, la simple idea de tener que esperar por algo resulta para muchos absurda ¿Cuántas veces nos hemos desesperado en medio del tráfico? ¿O porque la señal de internet es lenta? ¿O quizás porque la tan esperada respuesta a aquel mensaje de texto no llega? Ni hablar de aquellas ocasiones en que nos sentimos llenos de frustración y ansiedad porque nuestros planes no se llevan a cabo en la forma y el momento que queremos, o los momentos en que sentimos tristeza por no poder cambiar alguna situación que nos aqueja. Es normal caer en estos estados de ánimo alguna vez, lo que no es normal es permanecer en ellos, algo que cada vez ocurre con más frecuencia. Ante estas situaciones vale tener presente aquellas hermosas palabras de Santa Teresa:

“Nada te turbe,
nada te espante,
todo se pasa,
Dios no se muda,
la paciencia todo lo alcanza
quien a Dios tiene nada le falta
solo Dios basta".

2 Humor: “Pena y melancolía no la quiero en casa mía.”





En medio del ajetreo, las prisas y el estrés; el humor y la capacidad de reírnos de nosotros mismos constituyen un respiro de aire fresco con el cual afrontar las tribulaciones de la vida diaria y más aún, de darles una chispa de alegría. Santa Teresa tenía esto muy claro y no reparaba en reírse de sí misma ante sus propias limitaciones: “algunas veces me río y conozco mis miserias (V. 30, 11). El Papa Juan Pablo I, describía a Santa Teresa como una mujer que “sabe sonreír, reír y hacer reír.” Una sonrisa a tiempo puede transformar la percepción de cualquier situación adversa. Imitemos el ejemplo de esta santa y procuremos llevar y compartir una vida alegre.

3 Humildad: “Humildad es andar en verdad.”


Para vivir en humildad es necesario primero llegar a un conocimiento profundo de uno mismo de cara a la Verdad y reconociéndonos criaturas de Dios. Santa Teresa decía: “Esta es la verdadera verdad: conocer cada uno lo que puede y lo que Dios puede en él” (Rel.28) Solo conociendo nuestras capacidades y limitaciones podemos vernos como realmente somos y, partiendo de esa realidad, entrar en una plena comunión con Dios y con los otros. Para Santa Teresa, la humildad es una virtud activa que no se reduce al apocamiento del espíritu al reconocer las propias limitaciones, sino que, partiendo de este conocimiento, no duda el alma en lanzarse a los brazos de aquél que es todo amor y misericordia. La humildad nos ayuda a vernos como realmente somos, sin caer en la soberbia ni la baja autoestima, haciendo más fácil y agradable la relación con los demás.

4 Oración: “Que no es otra cosa oración mental, a mi parecer, sino tratar de amistad, estando muchas veces tratando a solas con quien sabemos nos ama.”




¿Cuántas veces llegado el momento de hacer oración hemos parado por no saber cómo hacerlo? O porque nos resulta un tanto intimidante en ocasiones dirigirnos a Dios en la oración. Santa Teresa en su modo sencillo y afable nos enseña que la oración ha de considerarse en términos de una gran amistad. En otras palabras nos invita a hablarle a Cristo como a nuestro amigo más querido, cercano, amoroso y atento; compartiéndole (con aquella confianza propia de una gran amistad) todas nuestras cosas pues, ¿qué mejor confidente que Aquel quien sabemos nos ama?.

5 Obediencia: “Por experiencia he visto el gran bien que es para un alma no salir de la obediencia.”



En un mundo en que pareciera que las únicas reglas a seguir son las que el propio individuo se crea, la propuesta de vivir la virtud de la obediencia podría considerarse, a lo menos, anticuada, por no decir una “amenaza” a la libertad. No obstante Santa Teresa nos enseña que la obediencia como virtud parte de la libre elección de aquello que es mejor y justo. La obediencia vivida como virtud derivada del seguimiento de la recta conciencia, implica y constituye un acto de confianza, en que la voluntad cede en vista de un bien mayor. En la vida cotidiana, la práctica de la obediencia nos ayuda a vivir en armonía y orden, permitiéndonos así estar más atentos a las constantes manifestaciones de Dios, aquél que es en sí el orden y la belleza misma. Pero, ¿cómo podemos desarrollar la obediencia día a día? Podemos comenzar por actos sencillos como procurar seguir las normas, todas aquellas que son justas y buenas y que contribuyen al bien común: respetar los señalamientos de tráfico; seguir las reglas de urbanidad, respetar el orden natural de las cosas, etc.

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