jueves, 28 de febrero de 2013

Al rescate de juegos y danzas tradicionales. El Tambor




El tambor, ese instrumento de percusión cuya sonoridad evoca imágenes de goce y diversión, más allá del efusivo ritmo que emana su cuero, su repique está ligado a rituales espirituales que son producto de la herencia que nos dejó la música africana, fusionada con las tradiciones religiosas de los conquistadores.
Vivos desde la época de la Colonia, en los meses de mayo y junio, en Venezuela los golpes de tambor acompañan las festividades del Corpus Christi, con sus diablos danzantes, y Cruz de Mayo; así como los tributos a San Juan, San Pedro y San Pablo.

A ninguna de estas expresiones se les puede quitar lo’ bailao o lo cantao’, porque son muchos los cultores populares que con el paso del tiempo se han avocado a transmitir tales tradiciones. Sin embargo, aunque en muchas localidades sus pobladores siguen palpitando al son de curbetas, minas, culo e’ puya y demás tambores; gran parte de los venezolanos, desconoce el origen y la importancia de nuestros cultos, fieles representaciones de la identidad afrovenezolana.

Los tambores suenan sabroso, pero mucho más rico es acercarse, meterse en el medio del baile o la procesión, prestarle atención a los cantadores y descubrir de dónde venimos.


 Tambores de Barlovento.

Barlovento es una región del centro de Venezuela, ubicada en el Estado Miranda. Abarca los municipios Acevedo, Andrés Bello, Brión, Buroz, Páez y Pedro Gual.

Es conocido por su gente y sus bailes afroamericanos. Es una zona de exuberante vegetación y de una gran fertilidad. Fue allí donde establecieron principalmente sus plantaciones de cacao y caña de azúcar los grandes propietarios agrícolas en tiempos de la Colonia.

La oferta cultural en esta región es muy diversa y atractiva, destacándose los tambores de San Juan en Curiepe, Los Reyes en Higuerote, Los Boleros de Caucagua, Los Santos Inocentes, El Niño Jesús en Curiepe, Capaya y El Guapo, La Cruz de Mayo, entre otros. 

En todos los vecindarios barloventeños se dejan oír en Junio y en los días pascuales, los tambores con sus mensajes festivos, del mismo modo que en otras regiones venezolanas donde se arraigaron también núcleos africanos. Los golpes del tambor son el lenguaje con que los pueblos de negroides dan a conocer su existencia. La tradición se mantiene inalterable. El tambor sigue siendo el instrumento musical imprescindible de las expresiones culturales en los jolgorios colectivos de las tierras que baña el Tuy.


Los tambores que intervienen en los bailes populares de Barlovento poseen nombres pintorescos como: mina y curbeta, son tambores grandes pujao, cruzao y corrido, son los tambores redondos. Todos se fabrican con trozos tubulares de madera de Lano o balso y de aguacate y llevan parches de piel de chivo, de pereza o de venado.

 

Los parches se sujetan al cuerpo del tabor con cuerdas y cuñas que son ajustadas a golpes, y para la percusión en los instrumentos mayores se utilizan dos palitos denominados laúres. Los tambores pequeños también se percuten con las manos.

 

Casi todos los tambores del Congo Belga y del Ruanda–Urundi, tienen parentesco con nuestros tambores redondos. La mayor parte de ellos, pertenecen a los Mangbale y a las tribus vecinas Ababue y Makere, poblaciones ribereñas del río Uele, afluente del caudaloso Congo.


Existen, naturalmente, ciertas diferencias entre los tambores que conocieron los esclavos traídos a la fuerza de África, y los que suenan desde hace más de tres siglos en los campos del Barlovento mirandino. Pero son diferencias que no alteran el sonido de los membranófonos criollos. Consiste en que los parches de los tambores africanos suelen ser de piel de antílope o de piel de oreja de elefante, mientras que aquí se emplea, para lo mismo, pieles de otros animales silvestres.













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