domingo, 27 de mayo de 2012

El Traje Nuevo del Emperador


Hace mucho tiempo, hubo un emperador cuya mayor afición era lucir hermosos trajes. Nada le producía tanto placer como estrenar un vestido nuevo y desfilar con él delante de sus súbditos.

Un día se presentaron ante él un par de granujas que, fingiéndose famosos sastres, le anunciaron con gran pompa:
–Majestad, tenemos una tela maravillosa con la que desearíamos hacerle un vestido. Se trata de la tela más hermosa que jamás ha existido, y además tiene la asombrosa propiedad de que sólo las personas inteligentes y dignas del cargo que ocupan pueden verla; para los necios es completamente invisible.

–Desde luego, deseo que me hagáis un vestido con esa maravillosa tela –dijo el emperador, y les dio una gran cantidad de dinero como adelanto por su trabajo.

Al cabo de unos días aparecieron los dos pillos fingiendo llevar un bulto en los brazos, aunque en realidad no llevaban nada.

–Aquí está vuestro vestido, majestad –dijeron al emperador–; si nos lo permitís, vamos a probároslo para hacer los últimos ajustes.

Naturalmente, el emperador no vio nada y tampoco sus ministros y consejeros; pero como los falsos sastres habían dicho que la tela era invisible para los necios, el primer ministro, pensando que los demás lo veían y él no; exclamó para que nadie lo tomara por necio:
–¡Oh, que vestido tan maravilloso! ¡Enhorabuena, majestad!
¡Es algo digno de un rey!
Y los demás, incluido el propio emperador, empezaron a alabar el hermoso traje que nadie veía, por miedo a ser tomados por tontos.

Así que el emperador se desnudó y los dos granujas hicieron como si le estuvieran probando y ajustando el traje, y acto seguido el emperador salió a dar un paseo para que todos sus súbditos admiraran su vestido nuevo.

Naturalmente, todos lo vieron desnudo, pero como se había corrido la voz de que el vestido era invisible para los tontos, nadie quería reconocer que no lo veía, hasta que un niño pequeño gritó:
–¡El emperador está desnudo! ¡Está desnudo!
Así se dieron cuenta todos del engaño, pero ya era demasiado tarde, y el emperador siguió desfilando muy digno mientras sus pajes fingían sostener tras él la inexistente cola del vestido.
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Hans Christian Andersen, “El traje nuevo del emperador” en Grandes relatos para lectura infantil. México, SEP-Geo, 2007.










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