Vía : Carmelo Paiva. com
Esta maravillosa iniciativa de ofrecer oraciones y sacrificios por las almas de los difuntos se extenderá rápidamente por toda la Iglesia Cató1ica aprobando después los Sumos Pontífices esta devoción, y es así que el Concilio Provincial de Oxford, efectuado en 1222, la declara como fiesta de segunda clase, en la que sólo se permitían las faenas necesarias e importantes. Posteriormente desde 1311 en tiempos del pontificado de Clemente V, queda oficialmente establecida en Roma.
San Odilón nació en la provincia francesa de Auvernia el año 962, siendo Joven aún, abraza la regla de San Benito en el muy reconocido monasterio de Cluny. En el año 994 tuvo que encargarse de la dirección del monasterio por muerte del Abad titular, quien algunos años antes lo había nombrado abad-coadjutor. A quien a la edad de 87, es decir, al finalizar el año 1048, le sorprende la muerte en Souvigny cumpliendo visitas a sus monasterios.
Sobre el origen de esta festividad podemos recordar que en Egipto durante este mismo mes se celebraban las fiestas lúgubres conmemorativas del duelo de Isis, cuando Osiris, su hermano, fue muerto por Tifón. En cuanto a la iglesia de Grecia tiene destinados a la conmemoración de los difuntos, los sábados de las semanas segunda, tercera y cuarta de cuaresma y el sábado antes de la Pascua de Pentecostés. Los armenios la celebran el día siguiente al de Pascua de Resurrección, y los protestantes celebran como propios sus ritos el último domingo del año eclesiástico.
El fundamento teológico en que se apoya la celebración de esta fiesta es la doctrina que afirma que algunas almas cuando abandonan el cuerpo no están suficientemente purificadas o no han expiado del todo sus pasadas culpas y están privadas temporalmente de la visión beatífica, y los fieles pueden ayudarlas a salir de este estado con oraciones, limosnas y principalmente con el sacrificio de la misa
.Para quienes profesamos de fe en la resurrección de la carne y esperamos, como se señala en el Libro de Daniel (12,2), que las muchedumbres de los que duermen en el polvo de la tierra se despertarán; estamos persuadidos de lo imposible de que el ser humano al morir se acabó totalmente. Las Escrituras señalan reiteradamente que a los muertos les está reservada su recompensa.
La celebración de la Fiesta de los Difuntos es ocasión propicia para recordar que orar por los muertos es obra santa y piadosa (2 Macabeos 12,46) fundamentada en la esperanza cierta de la resurrección y que con ello se ayuda a que los difuntos sean absueltos de sus pecados.
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